junio 30, 2013

La raíz de la memoria



Como todos los días me iba a subir la colina, pensando en ella mientras pateaba piedras y pasto, a la mitad del camino a la cima se encontraba mi árbol preferido, no tenía una sombra muy frondosa como los otros, pero él era mío, tenía la curvatura en sus raíces que se encontraban fuera de la tierra, para acostarme a ver las nubes y el horizonte. 

Sin estar en la cima de una sencilla y no tan alta loma de ciudad me sentía en la cima del mudo.
Mientras me acostaba con la cabeza  colocada en las raíces del árbol, entraba en un trance, ahí escribía mis libros imaginarios y  mis cartas a mi fiel enamorada secreta. Colocaba la hoja dentro de la máquina de escribir que siempre quise tener y solo podía en mi imaginación, le ajustaba la cinta de tinta y comenzaba como cualquier otro día a escribir, con los ojos cerrados y el alma abierta.


Querida Legana:

Soy yo otra vez, espero que te guste lo que hoy tengo que platicarte, como sabrás te he escrito un par de veces, te dicho quién soy, dónde vivo, dónde estudio e incluso dónde estoy en éste preciso momento. Hoy quiero contarte algo que si eres un poco deductora no será un secreto; creo que me gustas un poco, y no sé si en tu mente está otra persona en esté momento, pero yo quisiera que supieras que para mí tú eres la inspiración a soñar cosas nuevas cada día, quisiera que pensaras un poco las cosas y me dijeras si crees que podrías conocerme fuera de estos trozos de papel, que aunque no me creas duele arrancarlos de mi fiel árbol favorito. Estoy un poco nervioso por saber tu respuesta, no sé si en realidad pienses algo de mí, incluso si es malo no tengas miedo de decírmelo, yo aun así voy a estar anclado a tus suspiros, ¿por qué? No lo sé, no pienso saberlo, el sentimiento es eso, sentir no pensar y cuestionarse.

Se despide por el momento tu buen amigo Leax.


Terminando de escribir la carta, la depositaba en una nube donde los rayos de luz avisaran a algún ave mensajera, llega por ella y la llevaba hasta la ventana de Legana, dónde ella la recogía del pico del ave con emoción y la abría para leerla, siempre me imaginaba ver su sonrisa y emoción al ver mis cartas llegar.
Creo que si me conoce, o al menos me ha visto. Estoy seguro que en el autobús si me ha visto, no sé si le interese conocerme, además después de declarar un amor no puedes simplemente esperar a que llegue con los brazos abiertos y me reciba en su vida. No sé si haya cometido algún error, debería matar al ave antes de que llegue a su ventana, pero el ave vuela más rápido al saber mis deseos asesinos y llega a su ventana. 
Es una lástima porque ya tenía cargada mi arma. Muchas personas pensarían que con lo que hice la aleje, pero yo quiero pensar que las personas de hoy aprecian la honestidad, o que al menos aun puedo confiar mi ser en otra persona.

Así pues después de una tarde bajo ese árbol, donde se me iba el tiempo soñando despierto, baje de nuevo a la rutinaria vida de estudiante, a cumplir con mis deberes escolares, platicar en internet con mis amigos y escuchar música con mis audífonos para desconectarme del mundo.

Así pasaban mis días entre rutinas, de esas que hacen tediosa la vida, lo mejor de mis días era poder ir a escribirle en mi mente a la señorita legana, el nogal dónde me acostaba era mi cómplice, mi mejor amigo, todo sabia él de ella, puede que incluso él también se enamorara de ella como lo estaba yo, pero no puedo tener celos de un árbol, y menos si es mi mejor amigo. Al día siguiente fui bajo la sombra de mi buen amigo nogal y me puse a ver las nubes, buscarles forma, pero creo que el tedio de la escuela no dejaba funcionar bien mi imaginación, todas las veían forma de algodón de azúcar, creo también por la coloración azul de las nubes, parecía que se avecinaba una leve lluvia, así que comencé a escribirle a legana antes de que fuera tarde y se mojara mi carta.

Querida Legana:

Hoy hace una bella tarde, el clima, las nubes, el viento, todo lo hace perfecto. Me gustaría invitarte a mi lugar favorito en toda la ciudad, dónde te dije en una de mis cartas pasadas que te escribo.   Quiero que sepas que lo que te dije ayer lo hice en un momento de ebriedad emocional, no es una disculpa, ni un pretexto, pero si has tenido alguno de esos días, sabrás como funciono mi cerebro, y que no me puso limite. Me gustaría hablar contigo más que una simple sonrisa de saludo por las mañanas, creo que eso ya dejo de ser suficiente, y quisiera ver si me acompañas a mí y mi amigo a tomar un helado, como te he contado antes mi mejor amigo es un árbol, no nos hará mucha platica, pero ten por seguro que estará interesadísimo en aprender más de lo que yo le cuento de ti.

Se despide por el momento tu buen amigo Leax.


Esa tarde me apresure a bajar la colina, una pequeña lluvia comenzó a aparecer mientras terminaba mi carta, corrí a mi casa en cuanto comenzó a llover más fuerte, pues traía conmigo mi celular y no quería que se mojara, al cruzar una calle corriendo y con tal tormenta no imagine que un auto sin luces iría tan rápido. Fui arrollado por un joven que no iba ni en estado de ebriedad, ni bajo alucinógenos, simplemente era un idiota.

Mi amigo murió junto conmigo, un hombre del lugar cortó el árbol al ver que este había secado de la nada, este árbol sirvió de leña, pero en la leña había letras y letras, mis pensamientos quedaron plasmados en el tronco de mi amigo, sus tatuajes eran mis sentimientos, mis ideas y mis locuras. Éste señor se dedicaba a vender leña para estufas y chimeneas, un montón de está fue a llegar hasta la casa de Legana, pues ella era una señorita que no faltaba de recursos monetarios por parte de sus padres, y contaba con una chimenea, donde en temporada de lluvias o frío se sentaba a leer a la luz de la chimenea en las noches. Yo no sé como pero mi amigo rogo al libro cambiar, y mostrar mis pensamientos, mientras la leña de mi amigo servía de calor y luz para ella, los troncos con letras iban desapareciendo entre el fuego las letras se escribían en el libro que leía aquella noche, así las ultimas páginas se convertían en mis primeras cartas.

Así ella leyó de mí, yo ya habiéndome ido de este mundo material, pero yo desde donde me encontraba en la tierra sentí un palpitar al ver que mi sentimiento por ella era compartido, y que ella siempre se lamentó no haberme hablado. Nunca creyó haber leído lo que leía, y siempre guardo esas cartas como su más grande tesoro y yo aún muerto, vivo en su recuerdo.

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