octubre 29, 2013

La visita de Morfeo




“La vigilia es para los perdedores” dicen alegremente mis ojos cerrando las persianas del alma con candado, “cerrado por mantenimiento” se puede leer en el cartelón de la frente.

He comenzado a ignorar el rugir de los grillos, algo que difícilmente hago entre semana, he puesto a reposar todo mi cuerpo sobre una nube de algodón de azúcar, pues siento el cuerpo flotando sobre algo de lo más dulce.

"No revisé el clima" pienso cuando empieza a llover sobre mí una nube pequeña. La tormenta viene de mi boca abierta, siento la humedad en el rostro y me giro para mirar al cielo, buscando constelaciones entre sueños, formando animales un poco desfigurados, quimeras de otros seres que atormentan mis pensamientos, anhelos de evolución que se ríen en forma de estrellas tintineantes incluso a una distancia eterna de tiempo.

Tomo un gran respiro por la nariz y escucho mi aliento cansado, “¿Por qué de mi cansancio?” Y en eso abro los ojos, estoy peleando con un león, en el coliseo romano se libra esta batalla, un escudo suave sostengo en una mano y en la otra juega mi lanza.

Espero al animal salvaje desde una distancia segura, en posición defensiva, se lanza contra mí en un salto después de rodearme un par de veces, con la fuerza que golpea mi escudo pierdo el equilibrio, un sonoro y gutural ronquido avisa mi fallecimiento.


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