Me sorprende cómo ha cambiado el mundo, ahora los fines son
mediocres como su gente.
Las personas no salen para convivir y pasarla bien, tener
momentos agradables con su familia, salen con el propósito de llegar a la casa
para así poder publicar cientos de fotos en las redes sociales. Ya no existe
esa confidencialidad en la felicidad, ese atesoramiento del momento propio o
familiar, de pareja; hemos perdido la vergüenza a mostrarnos al mundo.
Ya no se tienen relaciones duraderas con el fin de
convivencia armoniosa y bien intencionada, con el fin de sentirse querido y
querer, se tiene con el propósito de publicarse día a día en redes sociales; a
pesar de ser relaciones enfermas llenas de celos y amarguras entre ellos, pero
sus mensajes siempre puntuales, las fotografías jurando amor eterno no faltan;
estamos cayendo en las relaciones por mutuo acuerdo de enseñanza, son
relaciones que uno puede presumir a sus alrededores, pero relaciones falsas.
Se ha perdido el verdadero significado de las palabras,
palabras tan fuertes como justicia se creen inalcanzables por el puro hecho de
ser parte de las mismas injusticias, por preferir dar un soborno que recibir el
castigo que merecen.
Palabras cortas como paz, no se encuentran en la guerra ni
en el hogar. Antes era un placer inigualable el de llegar a tu casa y comer
comida caliente, en compañía de quienes uno quiere. Pero eso se ha cambiado,
los hogares están llenos de tecnologías que nos facilitan la vida y nos
embrutecen el cerebro, la comodidad del no hacer nada es superior. Es ahí donde
entran los conflictos en el hogar y se vuelve campo de batalla.
El egocetrismo y autoengrandecimiento; son mayores que
cualquier acto de humanidad posible que podamos tener hacía los demás.
Estamos en un mundo de big brother, dónde las personas han
dejado de darle importancia a lo importante y se han concentrado en compartir
sus supuestas vidas en redes sociales.
Palabras tan fuertes como amor, han perdido fuerza, se
utilizan sin cuidado alguno, se le dio un nuevo significado similar al de la
necesidad o aprecio banal, un gusto simple por algo o alguien, sin la emoción
que se entendía de esa palabra. Se repite una y otra vez dentro del día “amo
esas zapatillas” “amo como se te ve esto o aquello” “amo a mi familia” “te amo
millones” “amo las galletas” “amo mi auto” “amo mi celular.” Y así poco a poco
las palabras se degradan, al igual que nuestra escritura, se pierde el interés
por el bien escribir, se pierde el interés por utilizar adecuadamente la
lengua, se pierde el interés por tener cuidado en lo que se dice, se pierde el interés
por el actuar correctamente, se pierde el interés por ser alguien.
Así se pierde el hombre entre estupideces, poniendo en evidencia
su involución.
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